Las pequeñas y medianas empresas (PYMES), más allá de que se dediquen por ejemplo a fabricar mobiliario comercial para tiendas en Madrid o cualquier otro rubro de negocio, poseen un compromiso con el medio ambiente. Responsabilidad que se traduce en la obligación de dar una respuesta a las necesidades de la sociedad en función a sus actividades, el medio ambiente, los espacios de trabajo y la colaboración con distintos organismos para elaborar y perfeccionar la legislación referida al tema.
Por supuesto, para esto es necesario considerar la situación económica que actualmente deben afrontar, sobre todo las compañías de menor tamaño, al igual que su propio desarrollo tecnológico que en ocasiones les puede traer ciertas complicaciones para poder insertarse con efectividad en las formas de producción propuestas por la gestión ambiental y la responsabilidad social.
En efecto, la coyuntura económica actual ha hecho que las PyMEs se volcaran más en adoptar estrategias a corto plazo como una vía para asegurar su supervivencia en el mercado.
Otra cuestión de suma importancia es la que está relacionada con los efectos que tendrán para la imagen de la compañía la aceptación y el acatamiento de las normas de gestión medioambiental frente a la comunidad, con la que tienen una responsabilidad social.
A medida que las empresas aceptan su compromiso a nivel social y ambiental, se desempeñan según la calidad y la competitividad, lo cual favorece su inserción en nuevos mercados, que cada día poseen mayores exigencias en cuanto a exportación y cumplimiento de las normativas fijadas a nivel mundial, impuestas para la regulación de la producción y venta de productos y servicios siguiendo los lineamientos del desarrollo sustentable.
Impacto ambiental
El tema del impacto medioambiental es una preocupación en todo el mundo, por lo que tanto los gobiernos, clientes, entes reguladores, clientes y empleados, entre otros actores, ejercen presión para intentar reducir ese impacto.
En general, la incorporación de prácticas de gestión ambiental en las empresas es fomentada por, en primer lugar, los incentivos de mercado, que básicamente son exigencias ambientales formuladas por los clientes que lleva a las compañías a tener que respetar las normas de producto como la ISO 14.000. También existen presiones regulatorias, que instan a cumplir diversas normativas. No debemos dejar de mencionar a las normas de responsabilidad social que son implantadas por las organizaciones de manera voluntaria mediante exigencias de la comunidad o convenios celebrados con corporaciones transnacionales.
ISO 14001
La norma ISO 14001, que posee aceptación a nivel internacional, fija de qué forma debe implantarse un sistema de gestión medioambiental efectivo. De este modo, la norma busca que las empresas puedan mantener su rentabilidad y, a su vez, reducir el impacto medioambiental.
Por consiguiente, esta normativa permite identificar cuáles son los aspectos del negocio que impactan en el medio ambiente, establecer objetivos de mejora y un proyecto de gestión para poder lograrlos, evaluando el sistema periódicamente para que en caso que la empresa cumpla con todos los requisitos establecidos, ésta sea registada para la norma ISO 14001.
Hacia la sostenibilidad
Para los directivos de las organizaciones, el cumplimiento de la legislación no es opcional sino que es obligatorio para asegurar la supervivencia de las mismas.
Incorporar estas nuevas tendencias en el ámbito empresarial supone todo un reto. Pero lo positivo de adoptar medidas de protección medioambiental puede brindarles a las compañías importantes opciones productivas para que se vuelvan más eficientes y logren una mayor competitividad en el mercado. Por ese motivo, numerosas empresas han decidido cambiar sus modelos de negocio para poder gozar de los beneficios que brinda la sostenibilidad, alentadas también por la creciente demanda de los consumidores de productos sostenibles y la necesidad de reducir los costes energéticos.
Estas empresas enfocan sus esfuerzos más allá de los costes, orientándolos para mejorar su presencia en el mercado, crear una ventaja competitiva e incrementar su eficiencia energética.
Por su parte, los consumidores también tienen una ingerencia importante en las compañías que están haciendo cambios en pos de la sostenibilidad. En efecto, estas empresas poseen mayores posibilidades de incrementar la colaboración con sus clientes e incluso con competidores y proveedores.
Sin embargo, aún algunas organizaciones, sobre todo las de menor tamaño, encuentran ciertas dificultades para poder cuantificar el impacto de la sostenibilidad, porque consideran que su integración choca con otras prioridades estratégicas.
Factor de competitividad
La protección del medio ambiente no sólo es una preocupación social, sino que es considerado como un nuevo factor estratégico de competitividad que pesa cada vez más en el sector productivo.
A la obligación de tener que respetar la normativa existente se suman otras cuestiones como la repercusión que poseen los problemas ambientales en la imagen de las compañías, el creciente rechazo que expresan los consumidores a las actividades o productos que generan un impacto ambiental, y la responsabilidad social que poseen las empresas en el territorio donde están asentadas.
Al mismo tiempo, las organización han empezado a mostrar mayor interés sobre se los beneficios económicos que conlleva optimizar las prácticas que inciden en el ambiente, como el ahorro de agua y energía, así como la reutilización de residuos.
Pero, claro está, incorporar tales cambios implica disponer de recursos humanos capacitados y responsables, además de llevar a cabo las mejoras técnicas necesarias.
En el caso de las grandes empresas, éstas tienen la posibilidad de afrontar mejor este desafío mediante la contratación de personal especializado. No obstante, las Pymes no cuentan con los recursos técnicos suficientes y, por ende, dependen más de recibir asesoramiento externo.
Imagen:
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